01 enero 2020

> Co. Santa Elena - Mendoza (Feb 2008)

Expedición Arenque Ahumado 2


"El camino hacia la cumbre se me antoja totalmente irreal. Me parece un sueño imposible de comprender, tan inalcanzable y a la vez tan presente."
Hermann Buhl


El destino

No habiendo hollado la cumbre en noviembre, mas recordando lo bello del paisaje de aproximación y la hermosa vista cumbrera prometida por varias fotos ajenas, tuvimos que volver. Digo: tuvimos. Fernando y yo.



Esta vez fuimos más ligeros y estábamos más descansados, lo cual nos permitió entre otras cosas disfrutar más del paisaje. Y hablando del paisaje, en nuestra visita previa la cosa estaba muy soleada, más bien calurosa y seca. Esta vez, una serie de nubes se instalaron en la zona y nos ofrecieron un maravilloso y distinto espectáculo, con otros colores, con otras texturas... ¿ya dije que el lugar es bellísimo? Bien, sépase que luego de un rato de caminata y sus respectivos comentarios elogiosos en cuanto a la beldad del lugar, pues se le acaban a uno los adjetivos. Así que después de pensarlo un poco nos decidimos por uno sobre los demás: fotogénico. Cada sitio permitía siempre sacar fotos en 3 ó 4 ángulos diferentes proporcionando resultados exquisitos.


Decía, los acantilados que otrora eran color grafito mezcla con verde seco de algunos líquenes, ahora se presentaban amarillos estridentes fruto de esos mismos líquenes que –producto de la humedad– estaban de mejor humor. Las rocas que solían brillar intensamente ahora estaban calmadamente ensombrecidas bajo un cielo plomizo, mostrando otras formas y otra paleta.

La fauna estaba en su máxima expresión con guanacos en cantidad, chimangos y hasta un cóndor.


¡Y las flores! ¡Qué variedad!





El ascenso


Día 1: partimos de 2000m a las 9:00hs y estábamos armando el C1 a las 17:00hs a 3100m en “El Balcón”.

Estando a baja altura y con un clima prometedoramente benigno, nos relajamos y preparamos un tapeo con fynbo, longaniza y pan de cereales tipo alemán. Cerramos con unos chocolates semi-amargos holandeses, todo con vista a Potrerillos y el llano. Esa noche dormimos maravillosamente, tal que ni la lluvia nocturna pudo molestarnos.


Día 2: el día amanece prometedor. Desayunamos, levantamos campamento y partimos a las 8:00hs.


Pasamos por el refugio Ianiglia a las 12:00hs, y ahí comenzamos a remontar la morrena.



La idea era acampar en el circo al inicio de la morrena, pero a los 4100m encontramos un campamento que alguien había preparado alguna vez. Para el circo –lugar que no conocíamos, por lo que no sabíamos cuán complicado iba a ser encontrar y acondicionar un sitio de acampe– faltaban unos 40 minutos, ya eran las 16:00hs y comenzaba a soplar ventisca con nieve. El cielo cada vez estaba más cubierto. Decidimos quedarnos ahí mismo y armar nuestro C2.

A medida que armábamos la carpa el viento crecía al igual que la precipitación de nieve. Tanto que teníamos de despejar el techo de la carpa cada 20 minutos, lo que nos hacía pensar en una noche llena de alarmas y despertares, pero luego la cosa se calmó.

Preparamos una rica cena –ya quedó suficientemente demostrado en el relato anterior que todo lo fallidos que somos como montañistas lo compensamos con una conducta altamente gourmandise– de pasta con salsa de atún, tomate y ají picante (faltaba un buen torrontés... ¡aunque un Lágrima Canela de Walter Bressia -particularísimo blend de chardonnay y semillón- también podría haber andado de perillas!).


Día 3: el despertador sonó a las 5:00 y vaya si costó levantarse. Todo congelado. Temperatura: -6°C. Saco la cabeza por un agujerito de la carpa para escudriñar el cielo y doy la moderada buena noticia de que estaba “bastante despejado”.

Vestirse de a poco, salir, calentar agua, desayunar, prepararse. Y el cielo que oscilaba entre despejado y nubloso.

A las 7:00 estábamos en camino con los primeros indicios de luz. Y el cielo que oscilaba entre despejado y nubloso. Frío, mucho frío. Termómetro en -4 °C y sensación térmica muy inferior a eso gracias a una helada que caía suave e invisible, pero muy notablemente.

Y el cielo que no se decidía.


Llegamos a la entrada del circo y casi nos desplomamos sobre los propios fondillos. Es como entrar en el fondo de un embudo cuyas paredes miden 350m de altura, y uno en el centro con sus menos de 2m. El cielo ya se había decidido por las nubes y el suelo estaba completamente nevado. Cuán insignificantes y al mismo tiempos enormes nos sentimos.


El camino seguía, según las detalladas explicaciones del Perro Portnoi, subiendo la cara menos empinada del circo hasta la arista para luego continuar por dicho filo durante 1 hora. A esas alturas ya era claro que el circo lo podíamos remontar, pero que luego sería imposible transitar por una arista que el mismo asesor había calificado de “áspera” (y si lo conocen al Perro, sabrán a qué tasa indexarlo) sin correr serio riesgo de despeñarse. Sin embargo, no hizo falta decírnoslo.


El acarreo así nevado se ofrecía más fácil que en su versión desnuda, y a las 13:30 estábamos arriba, a 5000m. La arista en cuestión nos volvió a dejar boquiabiertos, por un lado estaba el acarreo de unos 40° de inclinación que acabábamos de superar, por el otro una pared en caída recta. La arista era “áspera”, nomás. Y estábamos inmersos en un completo white-out que no permitía ver más allá de 25m. No hacía falta decir nada, era impracticable.


Antes de emprender el regreso hicimos una pequeña travesía de 100m para cada lado a fin de explorar los alrededores. La arista seguía igual de escarpada en todo el recorrido, hermosamente atractiva, peligrosa ante el descuido.

Sobre la arista encontramos una especie de rampa elevada, que usamos a la manera de mini-cumbre (5002m) y nos sacamos un par de fotos en tren de humorada.


Antes de bajar, Fernando dejó un testimonio en memoria de Hillary, habida cuenta de su reciente fallecimiento.


Bajamos hasta el C2, cenamos y dormimos como angelitos.


Día 4: nos levantamos sin nada de apuro a las 8:00.

Al salir de la carpa nos encontramos que el día indicado había llegado –para nosotros– 24hs tarde. Perfectamente despejado, soleado, calurosito.


Analizamos la posibilidad de quedarnos un día más, pero teníamos una limitación técnica, no habíamos llevado crampones... ¡pero si en octubre ya estaba todo seco, piedra de base a cumbre, y recién estábamos a principios de febrero!

Pero esa semana había nevado parejo y el frío del día anterior había endurecido la superficie convirtiéndola en una peligrosa superficie de surcar sin los dichosos clavos.

Desarmamos lentamente el campamento, desayunamos muy tranquilos, tomamos sol, oreamos todo lo húmedo, el breakfast se convirtió en brunch y pasamos a lo salado, y recién a las 11:00hs emprendimos la marcha de regreso.

A las 18:00hs estábamos en el auto.


Gracias Jerome por aportar la siempre refrescante puerta de reingreso a la civilización.


Clásico lomito y compañía para reponer fuerzas, esta vez en La Lucila, a dormir y regresar.


Ah, me olvidaba... esta vez no hubo arenque.







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Las siguientes imágenes pueden impresionar a algunas personas. Se recomienda discresión.



Recomendación médica: utilizar siempre protector para evitar quemaduras en la piel como las que exhibe feliz nuestro compañero de escalada.

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