Hicimos una escapadita de fin de semana a este bello destino mendocino, muy querido para mí... no sé por qué, pero me atrae mucho. Será porque se accede a la cordillera rápida y directamente, sin precordillera que alargue la llegada.
Se trata de la quebrada que remonta el Arroyo Grande y por la que se accede al fallido centro de ski Manantiales, y luego al Portillo Argentino. Todo esto a 110 km de la ciudad de Mendoza.
El tiempo estaba perfecto para nosotros, fresco tirando a frío, lo cual suele funcionar como efectiva barrera contra los turistas menos “apasionados” (ergo, menos respetuosos y más bulliciosos).
¡En todo el fin de semana nos cruzamos solamente con 6 montañistas y 2 trekers ("senderistas", pa los gaitas)!
Como de costumbre (ésta debe ser nuestra 6 visita) estaba bien húmedo debido a que las nubes de la zona se quedan “encajadas” en esta quebrada y van precipitando muy suave y lentamente.
Aquí me puse a meditar... ¡a meditar si plantaba una carpa y me quedaba a vivir! ¡Qué belleza de lugar!
La quebradita, bella y muy verde, invitaba a seguir su viboreo rumbo a altas montañas de picos nevados, aventura que dejamos para otra oportunidad.
El segundo día nos presentamos ante la quebradita del Salto de la Vieja. Y con esa vista de fondo, nos pusimos a cocinar "un leve refrigerio apenas necesario para la subsistencia" (diría ODG), acompañado de un Doña Paula Estate Merlot 2005.
Luego, con la pancita llena comenzamos a remotar el sendero que lleva arriba de la cascada... aunque con el único objetivo de lograr altura para poder comer el postre con una vista distinta y espectacular, cosa que logramos.
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