01 enero 2020

> Rincón de los Oscuros - Mendoza (Mar 2008)

Y como quien no quiere la cosa, se me ocurre “tirar al Universo” la invitación para venir a este hermoso treking de 4 días que pensábamos hacer con Flor.

De los numerosos invitados son Edu y Maru quienes recogen el pañuelo.

El lugar: el Rincón de los Oscuros, pequeño cono de belleza sito en la Estancia El Salto que toma su nombre del importante salto de agua que allí se encuentra, y que da el nombre a la villa de montaña que de ella se desprende, cerca de Potrerillos, precordillera mendocina.



Día 1: Subida, sudor y lágrimas


Arrancamos a las 9:00, acarreando mochilas grandes y pesadas lo más pequeñas y livianas posibles, llenas de pertrechos de acampe, comida y pan casero recién compradito.



La felicidad nos invadía y en pocos minutos ya habíamos olvidado todo lo mundano. El verde, las rosas mosqueta, los múltiples arroyos, el cielo despejado y el sol nos acompañaban.



El plan dictaba que partiríamos de 2000m de altura sobre el nivel del mar, para llegar al campamento base a 2700m luego de un recorrido de 4hs. Pero por algún extraño motivo el cuerpo se cansa antes y a las 3hs empezaron a alargarse las caras...


... pero una rica picada improvisada y el buen humor propio de los amigos nos permitió seguir y completar el bellísimo –anche laaargo- recorrido en 5hs.


Finalmente llegamos. Mi sitio favorito estaba desocupado y esperándonos, había apenas otra carpa a unos 300m.


Veamos un 360° desde nuestro campamento.

Desde donde veníamos subiendo (el "hacia abajo"):


Mirando hacia el río (escondido detrás de la loma):


Mirando hacia la cascada:


Mirando hacia la ladera (el "hacia arriba", donde suele pastar una manada de guanacos):


Armamos las carpas con mucha tranquilidad, nos hicimos de agua e iniciamos la cena. Algunos chistes, un buen escocés, chocolate holandés de postre y a dormir como troncos para reponernos.




Día 2: London calling


El día amaneció frío y nubladísimo. Más precisamente, estábamos dentro de una nube, nube que habría sido querendona, mimosa, vagoneta, o simplemente una pesada, y que se quedó todo el día con nosotros. Pero eso no empañó el buen humor.


Subimos hasta un collado que se abre al valle siguiente y tuvimos la suerte de que se despejara un rato para apreciar la belleza del lugar. Luego seguimos subiendo hasta alcanzar una cumbre a 3000m (primera cumbre de los 3 invitados), abrazo grupal, lágrimas de cocodrilo y Maru que aprovecha y se duerme una siesta en la roca cumbrera.


Y para abajo al collado, a almorzar entre arbustos leñosos, pasto verde, flores y nubes, muchas nubes. Y Maru que aprovecha para hacerse una siestita post morfi... qué habrá hecho a la noche que tiene tanto sueño permanece un misterio.








Emprendemos el regreso hacia el campamento base, y cuando estamos a medio camino inmersos en una espesa niebla comenzamos a escuchar voces que llaman. Al principio no entendemos qué dicen, ni siquiera pensamos que fueran destinadas a nosotros, incluso algunos no queríamos decir que escuchábamos algo. Siniestro, hitchcockiano, bretoniano, tenebroso (específicamente "vincentpriciano"), mientras más espesa la niebla más claras se escuchaban las voces. De pronto, un nombre comienza a sonar muy clarito, "¡Fernando!, ¡Fernando!".

Afortunadamente ninguno de nosotros se llama así porque... "vienen por tííí"... en fin, nos detuvimos a esperar al supuesto espectro, pero solo eran 2 hombres que no conocían la zona y que estaban completamente perdidos. Los condujimos hasta el río principal y los despedimos con un "sigan el curso del agua que los lleva hasta abajo" y una palmadita en el hombro.


Procedimos a pasar el resto de la tarde, que fue de lluvia, como pasan las tardes de lluvia las gentes de edad. Maru organizó una Trivia que jugamos en la carpa grande, bien abrigaditos, tomando mate, comiendo chocolates y empinando ocasionalmente el mencionado scotch.

Cena de rechupete (mostacholes con hierbas, sardinas y limón) y a dormir.




Día 3: Febo asoma


Despejado, muy despejado, recontra despejado, el día amanecía espectacular. La intensa luz despertó a los acampantes a las 7:40, y removió de la carpa a fuerza de calor a los más remolones apenas un rato después.



El desayuno continental compuesto por ciruelas, duraznos y dátiles, queso, longaniza, pan casero, brownies, alfajores, té inglés de 2 clases, mate, jugo de manzana y barras energéticas, constituyó el buen comienzo necesario para un buen día.


Y partimos rumbo a la gran cascada.







A 1/3 del camino nos detuvimos a darnos un glorioso baño en las frescas aguas de deshielo para después secarnos cual lagartijas al sol.





Seguimos remontando el río y no paramos de sacar fotos, ¡qué lugar!



Llegamos a un cierre y tenemos que escalar con las manos... para después tener que destrepar porque por ahí no era.





Y en eso, ¡zas! Uno de los botines de Maru dice basta, y hay que atarlo con cinta adhesiva industrial para que la cosa tire un rato más.



Damos un rodeo y llegamos a una especie de gran olla, la cascada en un extremo, el río por el medio; la cara norte en rojos, terracotas y amarillos, la cara sur entre sombras verdes y húmedas. Sorprendente, hermoso por donde se lo mirara.


Continuamos subiendo. Cada metro ofrecía una nueva perspectiva, y cada una valía la pena grabarlas en la retina y en la Compact Flash.






Y hasta que no estuve "metido" en la cascada no pude parar... bueno, casi, llegué a 2m de donde rompía nomás puesto que se hacía respetar tirando agua con demasiada fuerza como para arriesgar el espinazo. En el fondo forma una pileta de unos 10m de diámetro con un arco iris permanente... sin palabras.


Bajamos un poco y nos dispusimos a hacer una hermosa picadita para reponer fuerzas.


Así, con la panza y el alma llena, regresamos cantando bajito en parejas, charlando de la vida, filosofando, besándonos, abrazándonos, regañándonos, despacito por las piedras.

Nos echamos a tomar sol, el día era perfecto.

Eran las 4 de la tarde cuando Maru y Edu nos confiesan haber pasado 2 duras noches de frío, por lo que pedían una tregua y regresar ese mismo día en vez del siguiente. ¡A levantar campamento y bajar en tiempo record entonces! Se hizo largo y duro, pero pronto estaba yo pergeñando un premio al esfuerzo colectivo.

Llegamos y armamos carpa nuevamente a 2000m... y fuimos a cenar al siempre amable Jerome, que con unos sencillamente maravillosos “tostados” de crudo y queso (que nadie piense que son ni “carlitos” mendocinos ni “tostados" porteños, esto es otra cosa) y unas cuantas birras artesanales, nos hizo olvidar del cansancio, el frío, y todo lo demás.

Volvimos contentos y calentitos a nuestra última noche de carpa (los que volvimos zigzagueando demoramos un poquito más...).

Al día siguiente levantamos campamento, cargamos la chata, y nos mudamos de regreso a las casas en el litoral platense.


Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.


> Co. Santa Elena - Mendoza (Feb 2008)

Expedición Arenque Ahumado 2


"El camino hacia la cumbre se me antoja totalmente irreal. Me parece un sueño imposible de comprender, tan inalcanzable y a la vez tan presente."
Hermann Buhl


El destino

No habiendo hollado la cumbre en noviembre, mas recordando lo bello del paisaje de aproximación y la hermosa vista cumbrera prometida por varias fotos ajenas, tuvimos que volver. Digo: tuvimos. Fernando y yo.



Esta vez fuimos más ligeros y estábamos más descansados, lo cual nos permitió entre otras cosas disfrutar más del paisaje. Y hablando del paisaje, en nuestra visita previa la cosa estaba muy soleada, más bien calurosa y seca. Esta vez, una serie de nubes se instalaron en la zona y nos ofrecieron un maravilloso y distinto espectáculo, con otros colores, con otras texturas... ¿ya dije que el lugar es bellísimo? Bien, sépase que luego de un rato de caminata y sus respectivos comentarios elogiosos en cuanto a la beldad del lugar, pues se le acaban a uno los adjetivos. Así que después de pensarlo un poco nos decidimos por uno sobre los demás: fotogénico. Cada sitio permitía siempre sacar fotos en 3 ó 4 ángulos diferentes proporcionando resultados exquisitos.


Decía, los acantilados que otrora eran color grafito mezcla con verde seco de algunos líquenes, ahora se presentaban amarillos estridentes fruto de esos mismos líquenes que –producto de la humedad– estaban de mejor humor. Las rocas que solían brillar intensamente ahora estaban calmadamente ensombrecidas bajo un cielo plomizo, mostrando otras formas y otra paleta.

La fauna estaba en su máxima expresión con guanacos en cantidad, chimangos y hasta un cóndor.


¡Y las flores! ¡Qué variedad!





El ascenso


Día 1: partimos de 2000m a las 9:00hs y estábamos armando el C1 a las 17:00hs a 3100m en “El Balcón”.

Estando a baja altura y con un clima prometedoramente benigno, nos relajamos y preparamos un tapeo con fynbo, longaniza y pan de cereales tipo alemán. Cerramos con unos chocolates semi-amargos holandeses, todo con vista a Potrerillos y el llano. Esa noche dormimos maravillosamente, tal que ni la lluvia nocturna pudo molestarnos.


Día 2: el día amanece prometedor. Desayunamos, levantamos campamento y partimos a las 8:00hs.


Pasamos por el refugio Ianiglia a las 12:00hs, y ahí comenzamos a remontar la morrena.



La idea era acampar en el circo al inicio de la morrena, pero a los 4100m encontramos un campamento que alguien había preparado alguna vez. Para el circo –lugar que no conocíamos, por lo que no sabíamos cuán complicado iba a ser encontrar y acondicionar un sitio de acampe– faltaban unos 40 minutos, ya eran las 16:00hs y comenzaba a soplar ventisca con nieve. El cielo cada vez estaba más cubierto. Decidimos quedarnos ahí mismo y armar nuestro C2.

A medida que armábamos la carpa el viento crecía al igual que la precipitación de nieve. Tanto que teníamos de despejar el techo de la carpa cada 20 minutos, lo que nos hacía pensar en una noche llena de alarmas y despertares, pero luego la cosa se calmó.

Preparamos una rica cena –ya quedó suficientemente demostrado en el relato anterior que todo lo fallidos que somos como montañistas lo compensamos con una conducta altamente gourmandise– de pasta con salsa de atún, tomate y ají picante (faltaba un buen torrontés... ¡aunque un Lágrima Canela de Walter Bressia -particularísimo blend de chardonnay y semillón- también podría haber andado de perillas!).


Día 3: el despertador sonó a las 5:00 y vaya si costó levantarse. Todo congelado. Temperatura: -6°C. Saco la cabeza por un agujerito de la carpa para escudriñar el cielo y doy la moderada buena noticia de que estaba “bastante despejado”.

Vestirse de a poco, salir, calentar agua, desayunar, prepararse. Y el cielo que oscilaba entre despejado y nubloso.

A las 7:00 estábamos en camino con los primeros indicios de luz. Y el cielo que oscilaba entre despejado y nubloso. Frío, mucho frío. Termómetro en -4 °C y sensación térmica muy inferior a eso gracias a una helada que caía suave e invisible, pero muy notablemente.

Y el cielo que no se decidía.


Llegamos a la entrada del circo y casi nos desplomamos sobre los propios fondillos. Es como entrar en el fondo de un embudo cuyas paredes miden 350m de altura, y uno en el centro con sus menos de 2m. El cielo ya se había decidido por las nubes y el suelo estaba completamente nevado. Cuán insignificantes y al mismo tiempos enormes nos sentimos.


El camino seguía, según las detalladas explicaciones del Perro Portnoi, subiendo la cara menos empinada del circo hasta la arista para luego continuar por dicho filo durante 1 hora. A esas alturas ya era claro que el circo lo podíamos remontar, pero que luego sería imposible transitar por una arista que el mismo asesor había calificado de “áspera” (y si lo conocen al Perro, sabrán a qué tasa indexarlo) sin correr serio riesgo de despeñarse. Sin embargo, no hizo falta decírnoslo.


El acarreo así nevado se ofrecía más fácil que en su versión desnuda, y a las 13:30 estábamos arriba, a 5000m. La arista en cuestión nos volvió a dejar boquiabiertos, por un lado estaba el acarreo de unos 40° de inclinación que acabábamos de superar, por el otro una pared en caída recta. La arista era “áspera”, nomás. Y estábamos inmersos en un completo white-out que no permitía ver más allá de 25m. No hacía falta decir nada, era impracticable.


Antes de emprender el regreso hicimos una pequeña travesía de 100m para cada lado a fin de explorar los alrededores. La arista seguía igual de escarpada en todo el recorrido, hermosamente atractiva, peligrosa ante el descuido.

Sobre la arista encontramos una especie de rampa elevada, que usamos a la manera de mini-cumbre (5002m) y nos sacamos un par de fotos en tren de humorada.


Antes de bajar, Fernando dejó un testimonio en memoria de Hillary, habida cuenta de su reciente fallecimiento.


Bajamos hasta el C2, cenamos y dormimos como angelitos.


Día 4: nos levantamos sin nada de apuro a las 8:00.

Al salir de la carpa nos encontramos que el día indicado había llegado –para nosotros– 24hs tarde. Perfectamente despejado, soleado, calurosito.


Analizamos la posibilidad de quedarnos un día más, pero teníamos una limitación técnica, no habíamos llevado crampones... ¡pero si en octubre ya estaba todo seco, piedra de base a cumbre, y recién estábamos a principios de febrero!

Pero esa semana había nevado parejo y el frío del día anterior había endurecido la superficie convirtiéndola en una peligrosa superficie de surcar sin los dichosos clavos.

Desarmamos lentamente el campamento, desayunamos muy tranquilos, tomamos sol, oreamos todo lo húmedo, el breakfast se convirtió en brunch y pasamos a lo salado, y recién a las 11:00hs emprendimos la marcha de regreso.

A las 18:00hs estábamos en el auto.


Gracias Jerome por aportar la siempre refrescante puerta de reingreso a la civilización.


Clásico lomito y compañía para reponer fuerzas, esta vez en La Lucila, a dormir y regresar.


Ah, me olvidaba... esta vez no hubo arenque.







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Las siguientes imágenes pueden impresionar a algunas personas. Se recomienda discresión.



Recomendación médica: utilizar siempre protector para evitar quemaduras en la piel como las que exhibe feliz nuestro compañero de escalada.